La boca de un ensueño besa mi rostro trasojado.
En la palidez de la tarde repito tu nombre...
ese que ha ahondado mis sueños atávicos
del amor primordial, el amor primero,
el amor el único...
Me deslizo suavemente
entre las ensombrecidas paredes,
y acaricio la imagen en el espejo
con entrañable piedad.
No me reconozco totalmente... No soy yo.
Esas manos brotadas de caricias
no son mis manos, no son mis caricias,
esa boca que germina mil besos
no es mi boca, no son mis besos,
ese cuerpo como una extensa planicie de placer
no es mi cuerpo, no es mío el placer...
Yo, yo solo soy el resto del este lado del espejo.
Soy la que vive en un pensamiento...
No hay en mí más que un enraizado silencio,
que con su pico mortal
labra hora tras hora el recuerdo.
... Pero debes saber ¡Oh amado perpetuo
que sí te he querido a través del espacio y del tiempo!
Debes saber que lo que queda de mí son tan solo estos restos
y que envuelta en la oscuridad incipiente
me replego sobre mí misma como una sierpe:
hundida en la ciénaga de las horas
que pasan sin misericordia.
...Y este maldito ensueño que no me deja respirar.
Paula
El amado perpetuo te inspira muy bien.
ResponderEliminarEl poema es muy bueno.
Besos.
Gracias Toro! Besos al alma.
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